Te cuento,
Con esa frase como título que no sabemos de quien es (en todo caso el parafraseo de estafar por “engañar”, parece que si es mío), quisiera contarles muy breve, un caso que me tocó investigar hace un tiempo.
Se trataba de Clara (nombre ficticio), quien, a sus 55 años, seguía soñando con encontrar al amor de su vida. Un día, en una página de citas, creyó haberlo encontrado.
Desde el principio les digo: era un farsante. Un manipulador con fotos de catálogo que parecían salidas de un cuento de hadas.
“Hans” decía ser alemán, adinerado, y sabía enamorar. Su estrategia: captar a mujeres maduras, con buena posición económica, a quienes les hacía promesas de matrimonio. Parecía una inversión emocional sin riesgos: Hans incluso las hacía viajar con todos los gastos pagos, ¡lujo total! ¿Quién sospecharía de alguien así?
Clara y Hans se vieron en dos ocasiones en Madrid. Tuvieron lo que ella describió como una conexión maravillosa. Buen sexo, experiencias únicas, momentos diseñados para enamorarla. El tipo era un profesional: calculaba cada movimiento, cada palabra.
Luego llegó “la prueba”. En uno de esos encuentros, Hans confesó que tenía problemas para acceder a su dinero por un “asunto administrativo”. Nada grave, solo necesitaba que Clara transfiriera $20,000 a la empresa que organizaba su boda. Después de todo, ¿qué eran $20,000 para asegurar su final feliz?
Clara, loca de amor, hizo la transferencia.
Días después, una llamada. La “hija” de Hans, explicó que su padre había sufrido un derrame cerebral y estaba en el hospital.
La comunicación con Hans se interrumpió. Clara, convencida de que su prometido estaba al borde de la muerte, pasó noches en vela y cayó en una profunda depresión.
El giro llega aquí: en una cita odontológica con una vieja amiga, Clara decidió contar su drama. Su amiga, contemporánea y usuaria de páginas de citas, le dijo:
– ¡A ese tipo yo lo conozco! y también me propuso matrimonio. Estuve a punto de transferirle el dinero.
Clara entendió que algo no andaba bien pero el amor que sentía seguía siendo real para ella, aunque todo lo demás no encajara del todo.
La convencieron de denunciar, y mi equipo en INTERPOL tomó el caso. Durante meses, Clara seguía creyendo que Hans estaba enfermo, que todo era un malentendido. Incluso cuando expusimos las pruebas, Clara dudaba. Finalmente, accedió.
– Acepto que soy una estúpida, y me duele cuando a mi alrededor todos lo insinúan. Solo pido que lo atrapen y le digan que él es un delincuente.
El caso terminó resolviéndose. Hans era alemán, pero lo único real en su vida era su habilidad para engañar.
Ahora bien,
Clara perdió dinero, tiempo y mucha dignidad, pero ¿sabes qué? Este caso no es único. El amor es uno de los sentimientos más poderosos y también uno de los más manipulables. Hans sabía exactamente qué decir, qué mostrar y cómo actuar para anular cualquier sospecha.
—Ahora pregúntate:
¿Podrías tú, o alguien que amas, caer en una situación similar?
¿Reconocerías las señales de un fraude emocional si te estuviera pasando?
¿Sabías que no necesitas ser millonario para convertirte en blanco de delincuentes?
Esto es justo lo que enseño en mi formación «Bases para tu Protección Personal». No solo se trata de dinero; se trata de proteger tu mente, tus emociones y tu futuro. Allí no solo identificamos las señales de alerta, sino que también trabajamos en cómo blindar tu mente ante manipuladores y situaciones de riesgo.
No esperes a que te pase.
Aprende a prevenir, no a remediar.